miércoles, 24 de febrero de 2010

Desplante al egoísmo auditivo.-

Mi inspiración llegó en pleno “Don Juan” tras un concierto en el que el público estábamos acompañados de una tortuosa presencia infantil, una niña que, acompañada de sus hermanas, sólo hacía que jugar y demostrar lo mona que era (cosa que conseguiría en un parque y no en la iglesia).

Pensareis: es una niña, es normal.
Contando que era una iglesia, que sus hermanas superaban los 10 años y su madre los 40, no entiendo qué ___ hacía incordiando.
¿Quién es el egoísta auditivo en esta ocasión? Por supuesto, una madre sin miramientos hacia el músico y el que lo escucha.

Y en lo que yo pensaba, la música paró.
La vergüenza ajena era tal que el director, con una sutil parada (la cual yo habría cambiado por una bofetada a la madre), dejó claro que allí se seguiría tocando cuando se dejara de hacer monadas (y no me refiero a la niña esta vez).

10 minutos de incomodo silencio en los cuales los músicos pensarían: “da la entrada yaaaaaaa”, o “ahora se gira y se va”, o “este tío se ha perdido”…
Y el publico pensaría: “poca vergonya”, o “que mona la xiqueta”, o “tenia yo algo que hacer… mmm…”
Entre tanto pensamiento, esa madre y sus “sigilosas” hijas desaparecieron desde su primera fila.

Mi pregunta es: ¿por qué hemos de llegar a este extremo?
Tanto la mujer exhibicionista de su hija, como la mujer con incontinencia que se sienta en medio de la fila y en cada viaje nos muestra por donde “descome”, el hombre de la tos incesante, el yayo del caramelito insoportable (que en ocasiones coincide ser también el de la tos)…

Todos con su egoísmo auditivo podrían llegar a mi misma conclusión:
tú no quieres escuchar, nosotros sí… la solución es fácil, ¡ché! A jugar al parque, si se mea siéntese lo mas cerca posible del baño, lleve siempre encima Lizipaina y los caramelos los trae bien chupaditos desde casa!!!

MORREOS SILENCIOSOS…


Colaboración: Omar (concertino, un escriba perfecto y el único capaz de aguantar mis paranoias y sarcasmos).

1 comentario:

  1. Es solo una cuestión de educación, civismo o respeto por los demás. Lo peor es que pasa incluso en grandes auditorios como me pasó a mi en la Maestranza de Sevilla en donde pude asistir esta temporada en directo y tras haber pagado una buena cantidad por mi entrada al destrozo completo del arranque del Oro del Rin de Wagner con una incesante lluvia de toses y carraspeos seguida de los silbidos de los que los querían hacer callar. A todos los efectos el peor Wagner que he escuchado jamás, y no precisamente por culpa de la Orquesta. Saludos.

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